Ciertamente el egoísmo es la enfermedad más perniciosa que existe, capaz de destuirlo todo y autodestruirse.
Egoísta es aquel que su individualismo le lleva a no pensar en las consecuencias de sus actos, no le importan los sentimientos ajenos, tan sólo los propios. Muchos son mezquinos, ruínes y mentirosos. No comparte pues si lo hace deja al descubierto sus vulnerabilidades y miedos. Y su mayor miedo es sentir en su carne lo que él provoca en los demás. Se deja influenciar fácilmente por la ilusión y la apariencia, se alimenta de las migajas de la sabiduria y, luego, sonrie orgullosamente, creyendo ser un sabelotodo. Manipula constantemente los sentimientos ajenos sin inmutarse por si sufren o no. Es tan sumamente orgulloso que piensa siempre que el egoísmo se encuentra siempre fuera de él y no dentro.
Esta terrible e invisible enfermedad se encuentra por doquier. El individuo que la padece huye constantemente de su propio sufrimento, negando sus sentimientos, y por tanto, actuando como actúa. Cuando las buenas palabras no funcionan y esta persona no sana, sólo hay una forma para hacerlo sanar, hacerle sentir en su propia carne lo que provoca en los demás. Pero cuidado, hay que ser muy cauteloso, actuar sin violencia, pues sino surgirá en él la venganza. Y como decía Gandhi: "ojo por ojo y todos acabaremos ciegos".
Esta enfermedad vírica crece sin medida, acabará destruyéndolo todo, y finalmente, autodestruyéndose tras la culpabilidad que surgirá en él.
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